La Guerra de los Treinta Años (1618-1648) devastó Europa Central. Originada por conflictos religiosos y políticos, involucró a potencias como España, Francia, Suecia y el Sacro Imperio Romano Germánico. Fue una lucha compleja entre católicos y protestantes por el poder. La devastación y hambruna resultantes llevaron a tratados como Westfalia, marcando el fin del conflicto. Esta guerra rediseñó el equilibrio de poder en Europa, reafirmando la soberanía estatal y promoviendo la tolerancia religiosa. Su impacto económico y social cambió el curso de la historia europea, dejando un legado duradero en la geopolítica y la diplomacia.
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