Los ataques con gas Mostaza, un insecticida creado en 1860, se hicieron muy frecuentes por ambos bandos durante la Primera Guerra Mundial. Eran utilizados como arma ofensiva para preparar el asalto a posiciones defensivas enemigas, el gas tóxico resultaba en muchos casos tan peligroso para el que lo lanzaba como para el que lo recibía (en el caso de que el aire cambiara de dirección de manera imprevista), por lo que el uso de mascaras de gas estaba muy extendido entre todos los contendientes en el conflicto.
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