El Ford T de 1912 fue un vehículo revolucionario en la industria automotriz. Con su motor de cuatro cilindros y 20 caballos de fuerza, alcanzaba una velocidad máxima de alrededor de 40-45 km/h, presentaba un chasis de acero prensado y un diseño resistente y sencillo, lo que lo hacía asequible para la época. Su transmisión manual de dos velocidades y su sistema de encendido por magneto lo distinguían del resto. Este fue el primer automóvil producido en masa, lo que contribuyó significativamente a popularizar los vehículos motorizados en la sociedad de principios del siglo XX, marcando un hito en la historia del automóvil y en la industria en general
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